Opinión: Tiempo de penurias

Raúl Caamaño Matamala Profesor Universidad Católica de Temuco ¿Penurias? ¡Qué palabra! Creíamos haberla dejado fuera de uso de nuestro léxico, solo presente en el diccionario, mas no tan ausente de la cotidianidad de muchos de nuestros semejantes, más hoy, mucho más mañana. ¿Qué sabemos de ella, de la palabra “penuria”? Es una palabra que se emplea como un sustantivo, que proviene del latín penuria, y en su única acepción en el diccionario de la lengua española significa, “escasez, falta de las cosas más precisas o de alguna de ellas”. De lo conceptual hace tiempo queríamos huir, hacernos los cuchos, a […]

Raúl Caamaño 09-05-2020 / 12:17:45

Raúl Caamaño Matamala

Profesor

Universidad Católica de Temuco

¿Penurias? ¡Qué palabra! Creíamos haberla dejado fuera de uso de nuestro léxico, solo presente en el diccionario, mas no tan ausente de la cotidianidad de muchos de nuestros semejantes, más hoy, mucho más mañana.

¿Qué sabemos de ella, de la palabra “penuria”? Es una palabra que se emplea como un sustantivo, que proviene del latín penuria, y en su única acepción en el diccionario de la lengua española significa, “escasez, falta de las cosas más precisas o de alguna de ellas”.

De lo conceptual hace tiempo queríamos huir, hacernos los cuchos, a la palabra ya casi le otorgábamos licencia de arcaísmo, pero en lo vivencial ya está a la vista, no podremos hacerle el quite. Unos ya describen este estado de escasez, como economía de penurias o situación de penuria.

La pandemia de la COVID-19 nos ha desnudado, literalmente, o ha dejado al descubierto nuestras carencias, entre las más evidentes, las materiales, la falta de haberes, la falta de dinero, la falta de trabajo, la falta de oportunidades, y… la falta de sensibilidad. Y me detengo en este factor, aunque duela, pues en este caso, el déficit comienza en nosotros mismos, al vivir muchos de un modo reconcentrado, solo atendiendo nuestras necesidades y no visibilizando las necesidades del otro, del prójimo. El prójimo nos parece tan lejano, que es alguien que está muuuuy distante, en las poblaciones, en los campamentos, que está a muchas cuadras de distancia de nuestros recorridos habituales. Y no es así, siempre está a nuestro lado, en nuestra casa, en nuestra oficina, cerca, muy cerca.

Pero no me quedaré en la problemática.

Haré un ejercicio lingüístico somero. Comenzaré con el verbo partir. Tiene varias acepciones, pero me centraré en dos de las más recurrentes. La primera posible, arrancar, iniciar, irse; la segunda posible, dividir, porcionar, prorratear, en suma, repartir o distribuir algo entre varios. Tomaré esta última acepción, y podría hacer una familia de expresiones sinónimas, convidar, irradiar, entregar a todos algo. Y así, se me ocurría, que partir, es también, com-partir, re-partir, de-partir, im-partir, todas de significados afines, hermanos, solidarios. Compartir, departir, repartir, impartir, son buenas acciones, son invitaciones a abandonar el yo, el ego; son buenas invitaciones a extenderse en el prójimo, en el tú, y construir un nosotros dual si no plural.

Es que a la escasez, a la falta de lo esencial, es muy probable que se sume el desánimo, el agobio, la desesperanza, el abatimiento.

¿Qué hacer? ¿Cómo hacer? Incorporarnos, y ser parte de la solucionática. Ponernos en movimiento, y aguzar el oído y la vista. Estar atentos a las necesidades del prójimo, y no es necesario ir tan lejos, en ocasiones, están muy cerca de nosotros, y se notan un  tanto silenciosos, están cabizbajos, pensativos, nerviosos, alicaídos, meditabundos. ¿Qué palabras no? No solo están en el diccionario, son expresiones de estados de ánimo de nuestros semejantes. Son expresiones de ánimo que no desearíamos, no querríamos en nuestros propios estados. ¿Qué hacer? Acompañarlos, hacerles compañía, escucharlos, ayudarlos, y atender solidariamente sus necesidades urgentes.

Es tiempo de penurias, señoras y señores.